Nunca había visto y escuchado este juguete precioso que es el karaoke top colcha que ponen en escena los chicos de Sabina. Lo hicieron la otra noche en Villanueva del Gállego (Zaragoza) y confirmo que es un divertimento de lujo; imagina que te gustan los Rolling y puedes ser acompañado por Keith Richards. Aquí era lo mismo. Que adores a Sabina y puedas subirte a un escenario con focos y monitores, que mires hacia abajo y veas público que te mira, que le digas a la banda “¡Princesa!” y arranque con el mismo entusiasmo y sincronización que la banda de Sabina, es un lujo al alcance sólo de millonarios árabes. O de Beckham si le gustara el Flaco.
La banda es la banda, es decir, todos los bandidos, o sea, Antonio de Diego, Payo Romero, Pedro Barceló, Sir Asúa y la dirección y animación de Pancho Varona. Intenta contratarlos para un cumpleaños y conocerás el valor del dinero… Aquí tocan gratis para ti. Por el precio de la entrada. Con la sala llena, llena de fans y sobre todo de chicas. Fans chicas que adoran a Sabina y mientras tanto miran a sus músicos. Suben a cantar y lo hacen bien, pese a que el repertorio del Flaco es difícil. Entonan ellas muy bien pese a que el tono del Flaco es masculino. Ellos ponen entusiasmo pese a que los temas de Sabina son muy largos. Todos se divierten y aplauden alborozados mientras no cesan de hacer fotos. Ni Guti ha sido tan flasheado nunca.
Los bandidos sudan y se ganan lo que les pagan. Sudan porque ponen la carne en el asador de los focos y porque cantan y tocan. Y aplauden. Hubo un niño de diez años que se atrevió a cantar «Abelardo y Eloísa» y Pancho comentó «Y pensar que ya lo habíamos visto todo…» Sonaron «Princesa», «Caballo de cartón», «Eva tomando el sol» y cien más. Yo osé con «De purísima y oro», que nunca he cantado y así salió. Y volví a saltar porque una muchacha me pidió que la ayudase a vencer su timidez. Quería cantar «La del pirata cojo» pero le daba miedo la soledad del escenario o el cariño de los músicos, yo qué sé. Subimos y qué bonito. Así se entiende lo que puede sentir Sabina en lo alto del podio, con los bafles a tope, con las guitarras afinadas. Es un orgasmo. Lo que no entiendo es por qué le pagan.
Joaquín Carbonell
Zaragoza 21 de abril 2007