Gira argentina 2007

Ya una semana en Argentina y por fin superamos la modorra para escribir. Escribo tanto durante el año que cuando tomo vacaciones las ejerzo especialmente ante el folio. Pero me faltaba tiempo para contar que cada viaje a esta fascinante ciudad es un motivo de felicidad. Buenos Aires no es una ciudad, es una idea. La concentración de cultura popular, de gastronomía (popularísima, frente a la decadente nouvelle cuisine), la energía de una calle siempre alerta, viva, estrepitosa, demasiado ruidosa, frenética y acogedora.

Hemos visitado innumerables bares y acogedores medios de comunicación. Hasta la fecha estuvimos con el maestro Héctor Larrea, en RNA, un gentleman del micrófono, ligeramente afectado, con un regusto muy francés en su estilo. Estuvimos con los alocados hermanos Korol, en su divertido programa de televisión. Adrián Korol es el artífice y culpable de que ahora camine por Corrientes o Lavalle. Él me descubrió por Internet hace cinco años y me montó un viaje con esta frase: “Joaquín, tu público natural está en Buenos Aires”. Le hice caso y acá estamos.

Adrián me recomendó a su hermano Diego que conduce el programa “Estilo K”, un desopilante (se usa mucho esta palabra aquí) programa de deportes a la media noche, y que nos invitó a cantar allá. Siempre con Philippe, mi amigo y guitarrista, mi productor y mano derecha. Philippe, francés del sur, también está fascinado por Argentina.

Estuvimos en el programa de Jorge Guinzburg, una institución en el periodismo bonaerense, que conduce un espacio matinal de televisión. Cantamos Ven al Tortoni (aquí siempre hay que cantar en directo), y charlamos un rato. Fuimos invitados de paso a un mítico programa, el del Negro Dolina, gran amigo. Si el que lee esto es español, no podrá intuir quién es Alejandro Dolina; si lo lee un argentino sufrirá un ataque de envidia, porque Dolina es una institución cultural y periodística. Una estrella. Pues bien, el Negro nos invitó a cantar ¡dos canciones en directo! Nunca, creo que nunca, nadie ha cantado dos canciones en su programa. Esa deferencia no la podemos olvidar.

Y mientras vamos cantando. Lo hicimos nada más llegar en el BAFIM, Feria Internacional de Música de Buenos Aires, en el mítico Thelonius, un lugar cultural precioso. Lo hicimos unos días después en Clásica y Moderna, la librería bar, donde Sabina acudía a tomar sus copas tranquilo. Allí nos recibe siempre Ana Albarellos, tan cálida y cariñosa. Allí cantamos y escuchamos otro día a Rita Cortesese, actriz de renombre que canta el tango desde la interpretación.

Estuvimos anoche en Chacareran Teatre, mi primer teatro en Buenos Aires en mi primera visita. Precioso lugar donde los músicos se sienten bien acogidos, con una dimensión humana. Allí nos reunimos con tantos amigos, Cornal, que es mi webmaster desde hace años y que vino con su inseparable Amanda. Vino desde lejos Alejandro Romano, cuya web sobre cantautores es imprescindible para los que cantamos. Su ayuda es milagrosa. Vino Ferchu, ya rodado también en la amistad. Vino y cantó Fernando Montalbano, nuestro enlace en Rosario que visitamos mañana. Vino Paco de la Plata, presidente de la Asociación Aragonesa, que es mi eslabón con esa ciudad tan entrañable y que visito dentro de tres horas. Estuvieron sobre el escenario los Voladores, un trío de músicos de aquí, que mostraron una fantástica profesionalidad. Dicen que sonamos como un grupo muy rodado. Vino China, autoproclamada Presidenta de mi club de Fans. Yo encantado, la dejo hacer.
Todo con la dirección, con el orden, con la maestría de Lisandro, que ha puesto su experiencia de manager para organizar esta tercera visita. Los que no contamos con una empresa poderosa, capaz de utilizar todos sus mecanismos (y dineros) para la producción, hemos de valernos del contacto humano, más lento, pero muy seguro. Poco a poco y cada vez un poco más. Al llegar a este país me juró que intentaría hacer un Teatro Argentino en La Plata y un Gran Rex en Buenos Aires. Esta tarde hacemos el Teatro Argentino y en tan solo 35 años más caerá el Gran Rex. Como dice Philippe, “incluso nos contentamos con cantar en su bar”.

Nos vinimos con la maleta llena de jerseys por aquello de que llegábamos en pleno invierno. El resultado ha sido la gota gorda: temperaturas de 29 grados, cuando en España, en este verano extraño, han pasado frío. Aunque hubiese nevado, el frío no fue nuestra compañía. En todas partes encontramos calidez y calidad. Ya tenemos que regresar. Han sido 14 días intensos, plenos de curiosidad, llenos de novedades y sobre todo, ricos en viejas y nuevas amistades. Buenos Aires es una ciudad inmensa, pero muy próxima, muy cercana. Todos los taxistas (tachos, son los taxis) en cuanto descubren tu acento español te preguntan por tu ciudad de origen; de inmediato te confiesan que en esa ciudad les queda algún pariente. Al momento, te recitan la alineación del Real Zaragoza, empezando por los argentinos, claro.

Dejamos nuestra crónica antes de salir para La Plata. La Plata es la capital de la provincia de Buenos Aires; es una ciudad similar a Zaragoza, pero eminentemente juvenil. Sus universidades le ponen una energía descomunal en las calles y parques. Estuvimos en un centro mítico: en la sala Astor Piazzola, del Teatro Argentino. El teatro municipal se quemó hace unos años y decidieron levantar en su solar un teatro espectacular por sus dimensiones, pero también por su funcionalidad. Contiene varias salas y numerosos talleres de vestuario, de trabajo de actores, confección de decorados, etc, y culminado todo por un auditorio precioso de grandes dimensiones.

A La Plata voy todos los años desde que contacté con el Centro Aragonés de esa ciudad. Ya son más que paisanos, son amigos. Allí estuvieron todos y me colmaron con su cariño y sus regalos. Les llevé yo el disco libro de los tres cantautores y un ejemplar del Nuevo Estatuto de Autonomía Plan B. Para que se rían en la distancia.

La sorpresa fue toparme con un aragonés tan singular como Javier Corellano, Copi, el que fue pianista de Bunbury que llegó con su mujer, que es de la Plata y sus dos niñas. Copi vive en esta capital argentina y ya luce acento porteño. Tuvo la deferencia de acompañarme en tres canciones y cantó incluso una canción suya desde el grandioso piano de cola. Hemos quedado para hacer algo en el Pilar, donde presentará su nuevo disco. La sorpresa nos la dio Alejandro Dolina que se acercó a escucharnos al teatro. Es un inmenso honor. Cuando dije su nombre, todo el teatro irrumpió en un espontáneo aplauso; así quieren en la Argentina al morocho Dolina!


Al día siguiente, Rosario, la capital de Santa Fe. Una ciudad de 1.500.000 habitantes, más que todo Aragón. Allí nos esperaba el cantautor local Fernando Montalbano, que nos preparó un lugar precioso para presentarnos: El Aserradero. Mario su dueño es un defensor a ultranza de la canción de autor. Estaba un poco nervioso, porque desconocía la respuesta del público: ¿vendrá gente? Esa es siempre la incógnita ante un cantante desconocido. Una hora antes estaba todo reservado. Las crónicas en Clarín, La Nación, el impulso de Alejandro Dolina, están haciendo el milagro de convertir nuestro nombre en un poco popular. Ya nos reconocen, los camareros nos gritan que nos han visto en la tele, y los aficionados a la música española nos mandan mails. Es un milagro. El concierto en El Aserradero (después de un arroz con marisco en un modesto restaurante) fue de los más intensos que hemos dado. Con un público con ganas de escuchar, emocionado al ver a un cantautor genuino (así lo dicen ellos), fascinados por el acento español de España. Hicimos varios bises con Philippe y pensé que nos quedaríamos sin repertorio!

Y ya fin. Acabamos con un asado en la casa de Lisandro, con Adrián Korol y su mujer, con Philippe, con Guillermo el fotógrafo, con Julieta la mujer de Lisandro y sin Pancho, el chófer que nos ha traído y llevado por medio país. Me traigo la antología completa de Julio Sosa, veneradísimo cantante de tangos, la completa en DVD de Les Luthiers, que en unos días actuarán gratis para todo Buenos Aires, y muchos discos de regalo que nos han ido obsequiando cantantes y músicos. Nos llevamos además un poco de tristeza por acabar algo que tanto nos emociona. Pero volvemos pronto. Cada año es un poco mejor, cada año, un poco más amplio. Cumpliremos un día el sueño de tocar en el Gran Rex. Sí, aunque sea en su bar.