Pongamos que hablo de Joaquín

Larga biografía del músico repleta de anécdotas y testimonios de su entorno

Joaquín Carbonell recuerda muy bien aquel domingo 9 de abril de 1978. A las tres de la tarde, justo cuando el cantautor, su guitarrista y el músico Iñaki Fernández salían de Zaragoza hacia Madrid para dar un concierto, la mujer de éste último llama diciendo que se ha puesto de parto. Todo fue tan rápido que el niño nació en la parte trasera del Seat 600 con el que el grupo intentaba trasladarla al hospital. Horas y kilómetros más tarde, los tres terminaban su actuación en el escenario de la Escuela de Ingenieros de Madrid. Al final del concierto, como mucha gente hace, se acercó a saludar un tipo muy delgado, barba cerrada, mirada torva. “Hola Joaquín, me ha encantado el concierto. Tengo tu primer disco. Yo también soy cantautor, acabo de llegar de Londres y una vez a la semana canto en un bar que se llama La Mandrágora. Si te quieres pasar…”. El tipo en cuestión era Joaquín Sabina.

Aquellos joaquines se hicieron amigos y, más de 30 años y numerosos encuentros después de aquel concierto, mezclados con anécdotas y declaraciones de Sabina, pero también con antiguas entrevistas de Sabina, las letras de sus canciones más desconocidas (por ejemplo, La computadora) y las opiniones de unos «20 personajes que fueron íntimos suyos» permiten asomarse al mundo del cantautor. Solo hay una ausencia, aunque previsible: la de Sabina. Carbonell no consideró oportuno consultar al personaje porque tenía suficiente material. Y una vez acabado el manuscrito se lo envió al de Jaén por si tenía alguna aclaración que hacer. El propio Sabina le llamó para decirle “haz lo que quieras, yo nunca intervengo en lo que se escribe sobre mí”.

En el libro, Carbonell lo compara con otro de los grandes: «Como Georges Brassens, canta lo que vive y vive lo que canta”. Y cuenta su exilio londinense, sus noches de música y bohemia en la madrileña sala la Mandrágora, y su loca vida sabiniana, pero también habla del Sabina íntimo y sus relaciones con las mujeres. A partir de 2001 su vida dio un giro tras el ictus y atrás quedaron las fiestas, el alcohol y las mujeres. «Es un hombre preso de su popularidad, que le impide pasear por la calle y vive de sus recuerdos. Es lo que tiene llamarse Joaquín Sabina.

Al final, tres años de trabajo para dar forma a todo el material se resumen en 535 páginas. Pongamos que hablo de Joaquín: una mirada personal sobre Sabina, publicada por Ediciones B, es más que una biografía, pues recoge la estrecha convivencia que disfrutaron los dos Joaquines en los inicios de Sabina.

Los demonios del artista, publicado el domingo 12 de Junio en El Periódico de Aragón

Mi amigo, Joaquín Sabina, publicado el 16 de Junio en El País